lunes, 11 de mayo de 2009

EL ARBOL QUE CORRIA

Había una vez un lugar llamado la isla de los árboles, todo parecía tranquilo, años habían transcurrido en ese lugar sin que se volviera a visualizar algún hecho extraño, sin embargo días antes de que se terminara el año en curso, la gente del pueblo se encontraba un tanto inquieta; los chismes no dejaban de circular y esto era lo que se decía:
Gritaba un pobre hombre _yo lo vi._ juro que era un árbol el que corría por la noche en aquel lugar del pueblo donde se encuentran todos los árboles que abastecen de fruta a nuestro pueblo.







La gente al escuchar esto pensó que lo que este pobre hombre gritaba, era producto de un sueño o de su imaginación, el pobre hombrecillo carecía de credibilidad porque era un hombre mayor hacia varios años ya que estaba aturdido por el alcohol que consumía a diario por las mañanas.

Así transcurrieron varios días hasta que un niño muy valiente y astuto, llamado sivitaco decidió corroborar si lo que decía aquel hombre era cierto.

Por la noche aquel niño se acerco sigilosamente y descubrió que un viento muy fuerte golpeaba a los árboles que habitaban en ese espacio, pero había algo en especial que los hacia moverse con gran fuerza como si quisieran salir corriendo de allí para no ser alcanzados por algo que les causaba horror.

A pesar de que sivitaco se comportaba como un hombre valiente, no pudo ocultar ese miedo que le estremeció todo el cuerpo, así que no tuvo más remedio que salir huyendo.

Pasaron varios días hasta por fin decidió volver, ahora con mayor entusiasmo y gallardía, su aspecto era totalmente diferente aquella primera vez que quiso sentirse todo un explorador.

Al llegar, volvió a sentir miedo, sin embargo, contuvo los nervios y al entrar vio a lo lejos un árbol ensangrentado, de su tronco salía un líquido parecido a un aceite rojo, poco a poco se acercó hasta llegar junto a el, de repente la rama más alta del tronco se doblo hasta donde estaba sivitaco y le dijo con voz de agonía –libérame-, te lo pido, no me dejes aquí, libérame.

Sivitaco no podía creer lo que veía y en lugar de correr como en la ocasión pasada decidió escuchar al árbol y este le dijo:
Yo soy un pobre hombre que ha quedado sumergido en un gran hechizo o embrujo; una mala mujer que vive en el fondo del bosque pretendía me casará con ella y como no acepte su cortejo, juro que se vengaría, un día que yo caminaba por el bosque me llamó y atentamente me dijo que daría un poco de agua al notar mi cansancio, ilusamente acepte, pero poco después de haber ingerido aquel líquido, empecé a sentirme mal, camino al pueblo me quede tirado en este lugar y cuando volví en sí, no pude caminar y me quede aquí, por eso cuando me desespero y deseo con todas mis fuerzas irme de aquí, logro arrancarme un poco del suelo y corro a pedir ayuda, esa ilusión me mantiene sano, me horroriza vivir así, sin embrago no tengo más remedio que seguir así, pues si regreso a mi estado normal, la única manera de lograrlo es casarme con aquella mujer y no lo quiero así, porque es una mujer muy mal, sé que mi mal no tiene remedio, por eso te pido que no me abandones, ven por favor y platica conmigo, a lo mejor algún día con tu ayuda encontramos un remedio a este gran mal.

Sivitaco prometió ir siempre a verlo….
Desde entonces trata de encontrar la solución a este gran mal, sin embargo así han pasado ya 12 años y nada que se sabe de la solución.
El abuelo de sivitaco, cree que al morir esta mala mujer, el encanto se acabará y todo volverá la normalidad.

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